De Cecilia Cruz
Mi día comienza de manera normal como el de todos los mexicanos, desayuno en casa y me preparo para las actividades cotidianas, ayer leí en redes sociales que hoy 19 de septiembre de 2017 habrá un simulacro de sismo a las once horas, por lo que estoy consciente de que sonará la alerta sísmica.
Me dirijo a Villa Coapa ya que tengo consulta médica y estudios clínicos, mientras conduzco escucho ese sonido que nos eriza la piel a todos sin prestarle atención, ya que de inmediato veo el reloj y son las once de la mañana, ¡el simulacro, no hay reacción en las personas!, parece que es solo un recordatorio del terremoto que sacudió a México 32 años atrás, dicho simulacro no causó ningún impacto en la ciudadanía, muy pocas personas están saliendo de sus casas y trabajos, los veo y algunos están riendo por tener que salir, ¡así somos, tomamos toda a broma!
El sismo del pasado 7 de septiembre causó daños considerables en Oaxaca, Chiapas y otros lugares en donde hubo pérdidas humanas, 96 vidas para ser exactos y desde el minuto uno posterior al sismo los memes de burla comenzaron a circular, las imágenes del clásico bolillo para el susto, las caras de pánico con leyendas graciosas, la frase de dormir con croquetas en los bolsillos, los audios de la voz de GPS diciendo que está temblando, nos hicieron un poco más llevadera la noche, ignorando por completo las vidas que en ese instante se habían perdido.
La mañana siguiente fue dura, saber que muchas personas habían muerto me llenò de vergüenza por mi poca sensibilidad ante un hecho que significó tanto para otras personas lejos de mí, sigo mi camino y llego a la clínica, me piden prepararme para el estudio en el cual solo puedo portar ropa interior y una ligera bata. La enfermera sale y me quedo sola en el consultorio recostada, de repente siento que la cama de exploración se mueve, me incorporo asustada e incrédula, ¡no puede ser que justo en 19 de septiembre esté temblando de nuevo!, abro la puerta, doy dos o tres pasos y el movimiento es tan brutal que me arroja al extremo del pasillo, médicos y enfermeras comienzan a correr y gritar.
Trato de organizar a las chicas que están paradas y sostenidas de un barandal metálico, indicando que se hagan hacia atrás y busquen un lugar seguro, la clínica se escucha crujir y cosas comienzan a caer abruptamente, sientoque voy a morir, la cabeza me estalla con un dolor punzante que súbitamente se presenta al momento, siguetemblando pero la clínica ya no brinca, ahora es un movimiento fuerte y oscilatorio, les dio que bajen rápido.
Tomo mi teléfono y comienzo a contactar a mi familia y seres queridos, todo es un caos, ya no quiero entrar a vestirme, espero casi 10 minutos y subo, salgo del lugar y la escena es Dantesca, en mi recorrido a bordo del auto veo personas corriendo, bardas, edificios, locales, gasolineras ynegociosderrumbados o dañados, comienza el tráfico imposible, no se puede pasar por ningún lado, elementos de seguridad nos desvían por fugas de gas.
En el cruce de Miramontes y las Bombas veo como atropellan a un señor y metros adelante una camioneta tira a un motociclista, quien sin pensar en su propia integridad física o en los daños de su motocicleta la levanta y continua su camino, seguramente para verificar que su familia esté bien, sigo conduciendo, nos desvían y llego a un punto en el que ya no se puede avanzar, la gente grita que un colegio se cayó y que hay niños atrapados, estoy desesperada, estaciono el auto y sigo a las personas hacia donde indican, al llegar es como ver el apocalipsis, madres y padres de familia llorando y tratando de encontrar a sus hijos, miedo, desesperación, incertidumbre y angustia en los ojos de todos los que estamos aquí.
Nos organizamos y los hombres comienzan a sacar de los escombros a varios niños, se escuchan gritos espeluznantes que imploran ayuda, lleganelementos de la Marina quienes nos indican hacer vallas humanas, la ayuda comienzaa fluir, vecinos se organizan para llevarnos agua y alimentos, ante el dolor de los padres de familia y familiares me es imposible probar alimento, “tengo miedo a una réplica”, sé que mi familia está bien pero no puedo estar con ellos, muchísimos kilómetros me separan de mis hijos, doy gracias a Dios por conservar su vida y de inmediato me siento afortunada.
Estoy agotada, han pasado 8 horas, salgo del lugar, no hay luz y veo infinidad de motociclistas dirigiendo el tráfico, esos motociclistas son personas comunes que arriesgando su vida están parados ahí por todos nosotros en un acto de amor y solidaridad, la ciudad está herida, veo pasar camionetas repletas de gente con palas, chalecos y cascos, familias en éxodo buscando un lugar seguro donde pasar la noche, en la radio se narra lo que tanto temo, muchos edificios derrumbados, gente atrapada, el sufrimiento y el miedo casi se respira.
Son casi las once de la noche, hoy nadie quiere dormir, la recomendación es la de siempre y que casi nadie atendió en su momento, tener una mochila de emergencia con lampara, pilas, agua, frazada, muda de ropa, papeles importantes, juego de llaves de casa y auto, cuerda, botiquín de primeros auxilios y un poco de dinero, sé que a partir de hoy, todos lo tendremos presente.
El 19 de setiembre nos vuelve a marcar como sociedad, nos hermanamos en un grito común de ayuda y solidaridad por nuestro pueblo que de nuevo sangra y demuestra que en las venas de los mexicanos impera un torrente de amor hacia nuestros iguales, que se mueve y reacciona con mayor fuerza que un terremoto y que olvida clasismos y diferencias.
Hoy día mucha gente sigue damnificada y necesitada de nuestra ayuda, no dejemos que temas políticos nos separen y sigamos apoyando.
¡México nos necesita, México te necesita!…
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