A esta ciudad se le ha conocido como una de las más violentas de Suramérica, célebre por sus “casas de pique”, donde los criminales matan y descuartizan a sus víctimas, cuyos cuerpos aparecen después en las calles o arrastrados por el mar hasta las viviendas de palafitos en la contaminada bahía. Pero hace unas semanas, varios obreros, muy ocupados, colocaban adoquines rosados y grises en un centro comercial peatonal ubicado frente a un complejo de hotel y condominios recién construido para atraer a los ejecutivos internacionales que invierten miles de millones de dólares para ampliar el atareado puerto de la ciudad. La gente con frecuencia habla de las dos Colombias. Por un lado, está el país de una élite sofisticada, cada vez más rica gracias al comercio internacional, que viaja desde Bogotá a otras capitales del mundo. Por el otro, un país que vive en condiciones abrumadoras de pobreza y violencia, donde impera la anarquía. En esta ciudad sobre el litoral Pacífico, las dos Colombias se enfrentan de manera cruda y cruel.
Buenaventura es el principal puerto del Pacífico del país, y pieza central de una estrategia gubernamental para incrementar el comercio con Asia y países como Chile, México, Perú y Estados Unidos. Pero la ciudad y las áreas costeras cercanas también son puntos de salida importantes para la cocaína y otras drogas que se dirigen a Estados Unidos. La ciudad sufre a manos de la inextricable pobreza y violencia, y es un lugar en el que bandas salvajes operan con total libertad. La violencia que impera ha recibido mucha atención por su crueldad visceral. Los fiscales han afirmado que por lo menos dos de los cuerpos descuartizados que se encontraron el año pasado mostraban evidencia de que la víctima había sido descuartizada mientras aún estaba viva. Human Rights Watch, un grupo de defensa de los derechos humanos en Nueva York, publicó hace poco dos reportes en los que denuncia las condiciones aquí.
Esta violencia finalmente provocó la intervención del Presidente Juan Manuel Santos el año pasado, cuando envió un enorme grupo de policías y soldados a patrullar las calles y ordenó una inyección de efectivo de emergencia. Estas medidas condujeron a mejorías claras; pero muchos residentes y oficiales temen que no durarán mucho si la atención del gobierno se desvía o si se retira la presencia adicional de la policía. “En la televisión dicen que Buenaventura está en paz, pero eso es una mentira total”, dice Álvaro Valencia, un pescador. “Pueden preguntarle a cualquiera que tiene que vivir con miedo”. Valencia se mudó a San José, un vecindario sobre el agua, cuando tuvo que huir del anterior por temor a las violentas bandas que rondaban.
Por ahora, la presencia adicional de la policía y los esfuerzos para arrestar a los miembros de las bandas han reducido de manera significativa la tasa de asesinatos por desmembramiento, según el coronel Marcelo Russi, quien se desempeña como comandante de policía desde septiembre. También se han reportado menos desapariciones. Pero hay tantos casos sin resolver, con un retraso de más de 400 desapariciones, que los investigadores apenas han logrado avanzar. La ciudad fue, hace tiempo, un campo de batalla entre las FARC y grupos paramilitares. Hace muchos años, los paramilitares expulsaron a las FARC de la ciudad y tomaron control. Ahora, esos grupos se han convertido en organizaciones criminales que viven del tráfico de drogas y la extorsión, y con frecuencia luchan entre sí por territorio. Las autoridades dicen que muchos de los asesinatos y desapariciones ocurrieron cuando algunas personas cruzaron límites entre los territorios de las bandas sin saberlo.
Al parecer eso le ocurrió a Carlos Angarita, de 16 años, en abril de 2014. Le dijo a su madre que iba a comprar una ensalada de fruta, pero nunca volvió a casa. Al día siguiente, la familia escuchó que había aparecido el cuerpo de un joven rubio. Cuando llegaron a la morgue, les mostraron dos bolsas negras de plástico grandes y una blanca pequeña. Las bolsas negras contenían partes del cuerpo; la blanca, una cabeza cortada. Era Carlos. “Lo desmembraron en una casa de pique”, dice Yuri Jiménez, de 36 años, la madre de Carlos. Comentó que Carlos trabajaba con el resto de la familia vendiendo leche de coco en un carrito y no tenía relación alguna con las bandas. “Lo mataron sin ningún motivo”, dice llorando. Funcionarios del gobierno informaron que habían arrestado a cinco personas en relación al asesinato de Carlos, incluidos tres menores de 15 años. También dijeron que las bandas por lo regular reclutan a niños para matar.
Gran parte de la violencia se concentra en vecindarios pobres a la orilla del mar, donde los residentes viven en desvencijadas casas de palafitos sobre el agua. No parece ser un territorio por el que valga la pena semejante nivel de violencia. Pero muchos residentes creen que el propósito de la violencia es hacerlos abandonar áreas que pueden funcionar como instalaciones portuarias o atracciones turísticas frente al mar. Este puerto ha atraído grandes inversiones de empresas colombianas e internacionales. Una nueva terminal para exportación de petróleo esta en plena construcción, al igual que un nuevo puerto para contenedores. También hay un nuevo parque industrial y una nueva terminal para contenedores y transporte de carga. En total, se han invertido miles de millones de dólares.
Además, desde hace mucho tiempo los funcionarios de la ciudad tienen en planos un gran proyecto de desarrollo frente al mar, que incluye un amplio malecón en la bahía para atraer al turismo. El plan requiere demoler las viviendas y reubicar a algunos de los residentes más pobres de la ciudad. Ahora, muchos residentes ven una conexión directa entre los planes de desarrollo de Buenaventura y el crimen que los rodea. Rosalinda Castillo, de 38 años, vive en una casa dentro del área del proyecto. Castillo recuerda un tiroteo que ocurrió el año pasado. Poco tiempo después de que se despejó el ambiente, afirmó, se presentaron funcionarios locales con ofertas de casas nuevas a los residentes que quisieran mudarse.
“Cuando comenzaron a hablar acerca del malecón empezaron los problemas; fue cuando empezaron a matar gente”, recalcó Jesús Angulo, de 35 años, el padrastro de Carlos. “En vez de pagar a la gente por su tierra, prefieren ahuyentarlos con violencia y miedo”. El director de planeación de la ciudad, Wilmar Garcés, negó que tales acusaciones fueran ciertas, aunque reconoció que en algún momento la ciudad consideró reubicar a los residentes de las viviendas de palafitos para poder construir un paseo marítimo. Pero aclaró que el año pasado se autorizó un plan maestro sin proceso de licitación con un enfoque distinto, en el que se permitirá que las viviendas permanezcan a lo largo de la costa y se construirá el malecón en otro lugar más lejano de la bahía.
Sin embargo, en el muro de su oficina había un enorme plano a color del proyecto, y aparecía el malecón en el sitio que ahora ocupan las viviendas.Cuando fue preguntado acerca de esta inconsistencia, Garcés arrancó el material del muro. “Voy a quitar esto”, dijo. “Me ha ocasionado muchos problemas”. Pero aunque los funcionarios sueñan con atraer turistas y su dinero, la ciudad no cuenta ni con los servicios más básicos. No existe una planta de tratamiento de aguas, por lo que el drenaje de la ciudad fluye directamente a la bahía, un área donde muchos residentes también pescan. La mayoría de la población no cuenta con servicio de agua corriente, e incluso quienes están conectados al sistema municipal se quedan sin agua. Los servicios de salud son malos. Con frecuencia ocurren fallas eléctricas, y un ataque guerrillero reciente a una instalación dejó la ciudad a oscuras por varios días.
Durante una visita a la ciudad en octubre, el Presidente Santos prometió a los residentes que tendrían suministro de agua estable en un plazo de ocho meses.Pero algunos funcionarios dicen que esa meta requiere años de trabajo y millones de dólares para convertirse en realidad. Alexander Micolta, presidente de la Cámara de Comercio de Buenaventura, reveló que aunque el puerto genera millones de dólares al año por derechos de aduana y otros ingresos, la ciudad casi no se beneficia por esto.“Si no se resuelve el problema de agua y drenaje en Buenaventura, entonces ¿de qué estamos hablando?” cuestionó Micolta. “Aquí, todo lo relacionado con el puerto avanza; pero la ciudad no avanza”.
Fuente: nytimes.com
Deja una respuesta