Las características o rasgos esenciales que definen actualmente a la psicopatía (por ejemplo: egocentrismo, grandilocuencia, narcisismo, autojustificación, impulsividad, falta general de inhibiciones comportamentales y necesidad de poder y control) constituyen, según señala el doctor Hare, la fórmula perfecta para los actos antisociales y criminales. Visto así, podría decirse que los psicópatas presentan, en esencia y por sus rasgos definitorios, una mayor propensión que las demás personas a la realización de actos antisociales y/o que, en definitiva, son unos candidatos perfectos para delinquir.
Si bien es cierto que los psicópatas son responsables de una gran cantidad de crímenes violentos y distrés social, no debemos aceptar, sin más, la idea generalizada y con cierto aroma lombrosiano de que éstos son unos criminales en potencia (natos). Es evidente que no todos estos individuos llegan a tener un contacto formal con la ley.
Sin embargo, en el caso de los psicópatas criminales, se ha demostrado científicamente que existe una íntima relación conceptual entre la violencia y la psicopatía, ya que en muchas de las características que son importantes para la inhibición de las conductas violentas y antisociales -empatía, capacidad de establecer vínculos profundos, miedo al castigo y sentimiento de culpa- se encuentran seriamente disminuidas o simplemente ausentes en los psicópatas.
En cualquier caso, lo que sí parece ser una condición común a todos los psicópatas es que los mismos se encuentran «condicionados por un primario trastorno de la vida afectiva, que implica una dificultad en su actividad mundana, en su contacto interhumano» (Rodríguez Ballesteros, 1962, p. 554). Se produce una distorsión de las relaciones sociales que se convierten en incómodas, llegando incluso en ocasiones a dejar de existir. Esto genera un comportamiento claramente antisocial que se muestra, principalmente, por un profundo egocentrismo, puesto que el psicópata tiene como objetivo prioritario satisfacer sus propias necesidades sin preocuparles los demás.
Los tres rasgos que mejor y más notablemente caracterizan la personalidad del psicópata son, según Suárez Montes: «la asocialidad, la falta de fijación afectiva y una actitud de satisfacción de necesidades egoístas incapaces de controlar» (p. 644).
El psicópata puede estar capacitado para conocer intelectualmente las normas sociales en uso; de hecho, las conoce y adopta una actitud respecto a ellas. De lo que carece el psicópata es de la capacidad para asumir en su ser/fuero interno el orden social establecido y los principios por los que éste se rige. Los psicópatas ven las normas como obstáculos que se interponen en la consecución de sus ambiciones, y, por supuesto, responden ante estos obstáculos, y lo hacen de muy diversas formas. Para estos sujetos, lo que están haciendo es correcto de acuerdo a su valoración de las normas: es correcto para su propio código, ya que ellos tienen sus propias normas. Luego, si es correcto y sale mal, el responsable no es él, sino los demás. Esta es la principal razón por la que los psicópatas, en sus relaciones sociales, constituyen una fuente segura de conflictos. Es más, debido a la interacción de las circunstancias ambientales con su propia disposición personal, es fácil que desemboquen en posibles comisiones delictivas. Así, cuanto menor sea su adaptación a los valores morales de la sociedad, menos reparos va a tener en violarlos y mayor será tanto su peligrosidad como su probabilidad de actividad criminal.
La agresividad y la violencia es otra de las notas características de muchos psicópatas, pero sólo la emplean cuando el encanto, la manipulación, las amenazas y la intimidación no les resultan efectivos para lograr los propósitos que se habían fijado. A este respecto, no podemos olvidar que los psicópatas son magníficos manipuladores de las demás personas, cosificándolas, es decir, utilizándolas como meros objetos -cosas- para conseguir sus propios objetivos. El psicópata tiene la rara pero efectiva habilidad de captar las necesidades de los demás a través de la seducción, así como de sondear y dar en el blanco con respecto a los puntos débiles de los otros. Es decir, el psicópata trabaja primero la ambición del otro y después, evidentemente, lo engaña. Todo este ciclo de manipulación psicopática está repleto de una retahíla de mentiras que utiliza como herramienta de trabajo y que le llevan a desvirtuar la verdad con el objetivo de conseguir algo para él/ella.
Trasladándonos de nuevo al ámbito de lo empírico, diversos estudios de investigación han puesto de manifiesto la estrecha relación existente entre la psicopatía y el comportamiento violento en los delincuentes varones. La mayoría de los estudios publicados indican que hay una elevada incidencia y frecuencia de crímenes violentos y de comportamientos agresivos en los individuos con una puntuación alta en el PCL-R. Adelantemos que, en contra de la idea tan estereotipada y prejuiciosa, los no psicópatas tienen más probabilidades que los psicópatas de ser encarcelados por asesinato (normalmente por la comisión del mal denominado crimen pasional cometido contra un conocido, que frecuentemente suele ser una mujer, y más concretamente la esposa del homicida); en cambio, los psicópatas tienen más probabilidades de victimizar a extraños (para conseguir de ellos dinero u otros beneficios) sin llegar a matarlos.
Por otro lado, los psicópatas también son más agresivos y hostiles en la cárcel para controlar a los demás. Fuera de las prisiones, los delitos violentos de los psicópatas incluyen frecuentemente amenazas y el uso de la fuerza física y de las armas, y también es más probable que cometan delitos violentos poco tiempo después de haber sido puestos en libertad.
Lo que estos y otros muchos estudios están indicando es que los psicópatas emplean la violencia para manipular y controlar a los demás, y nada más; la falacia de que los psicópatas emplean la violencia para subyugar y atemorizar a sus víctimas no es más que eso: una falacia proveniente tanto de los casos más extremos (los conocidos asesinos en serie) como del sensacionalismo mediático aireado en la sociedad a través de las películas que todos conocemos. Si bien la maquinación o mente retorcida (ambas frecuente y erróneamente confundidas con el concepto de maquiavelismo) de estos sujetos puede darse en algunos casos extremos, lo cierto es que este tipo de rasgos no están incardinados específicamente en el mismo PCL-R, independientemente de que, por ejemplo, a través de ítems como «insensibilidad, crueldad y falta de empatía» algunos autores hayan querido inferir este tipo de asociación y aseveraciones.
Entre otros muchos, uno de los estudios más significativos que tiran abajo esta falacia que venimos comentando es el de Patrick, Zempolich y Levenston, quienes examinaron la relación existente entre los dos factores del PCL-R y las diferentes formas de comportamiento agresivo-violento. Especialmente interesantes son las relaciones contrapuestas que hay entre los dos factores del PCL-R y los rasgos de personalidad (hasta 11 rasgos diferentes del temperamento) evaluados mediante el MPQ (Multidimensional Personality Questionnaire) de Auke Tellegen. Así, el comportamiento antisocial está relacionado con estrés elevado (huelga decir que, por definición, impropio o inexistente en los psicópatas), con la agresión y con la impulsividad. Esto sugiere que el factor de «conducta antisocial» es el que media entre el PCL-R y la agresión defensiva (también conocida comoreacción «pasional» o agresión reactiva). Por otro lado, el «desapego emocional» del PCL-R está relacionado con un alto deseo de dominio y ambición (nada que ver ni tampoco comparable con las mentes de tipo «maquinativas»), así como con una baja ansiedad. Esto indica que la agresión en el psicópata «puro» está más relacionada con la violencia encaminada a la consecución de unos fines (es decir, se trata de una agresión «instrumental» o «proactiva») que al rechazo.
En base a estas premisas, los resultados de Patrick, Zempolich y Levenston fueron consistentes con estas hipótesis. Encontraron que había una relación entre la «conducta antisocial» del PCL-R y la impulsividad y laviolencia reactiva: agresiones, comportamiento violento cuando eran niños, frecuentes peleas de adulto y maltratar físicamente a su esposa o pareja. Por su parte, el factor «desapego emocional» del PCL-R estaba más relacionado con la agresión instrumental o planificada (por ejemplo, con la posesión y uso de armas).
En suma, si bien los psicópatas pueden emplear, como cualquier otra persona (delincuente o no), la violencia para conseguir sus objetivos, la violencia psicopática es más de tipo instrumental (planificada o premeditada) que de tipo reactiva (impulsiva, emocional). Parece lógico y comprensible derivarse de todos estos estudios el hecho de que son los delincuentes comunes quienes mayor uso de la agresión y/o la violencia ejercen cuando cometen este tipo de actos, mientras que los delincuentes psicópatas parecen valerse más de su lenguaje superficial, engañador y manipulador para conseguir sus propios fines.
Resulta evidente que si todos estos pequeños pero relevantes matices no se tienen en cuenta, las distinciones que sigamos realizando al respecto podrían seguir quedando en entredicho, de modo tal que tanto los juristas como otros profesionales de la salud mental y de los servicios sociales permanecerán confusos sobre este concepto (la psicopatía), siguiendo así abierta esta ácida polémica terminológica que no parece acabar nunca.
Fuente: scielo.isciii.es
Autores: J.M. Pozueco Romero, S.L. Romero Guillena, N. Casas Barquero
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