No nos damos cuenta que la Pobreza, hace esclavos a los niños y a las niñas, condenándoles a la invisibilidad, al analfabetismo estructural y funcional, a la malnutrición, a la dependencia de la Caridad y no de los servicios propios del Estado de Bienestar, -que sírvase de muestra, está para otros asuntos más importantes como salvar la banca, la corrupción, modificar y anular derechos fundamentales ya conquistados…. En fin, que, según ellos, estamos ganando en PROTECCIÓN para los niños y las niñas de nuestro país, pero la realidad del día a día nos dice todo lo contrario. Los niños esclavos de hoy, serán los adultos esclavos del mañana.
Claro está que, a nuestros políticos y políticas se les llena la boca en decir que están trabajando para nosotros: adultos y niños. Pero cuánto de esto es verdadero o meramente un discurso banal que solamente justifica “en diferido” su nómina.
Porque señores, seamos cuerdos y apliquemos el sentido común: España no está saliendo de la crisis, es más, la crisis económica está enquistada, cual luto o depresión, en la sociedad, en su población, en los ciudadanos que ahora tienen menos derechos gracias a políticas basadas en los privilegios de la “puerta rotatoria” y no del trabajo, el conocimiento y la inversión-investigación e innovación.
Y los niños y las niñas, siguen sufriendo lo que ellos ya tienen muy asumido: que uno de sus padres –con suerte-, no tiene trabajo, que los libros son prestados, que la ropa la aprovechan hasta no poder más, que solo comen o cenan un plato, dando gracias a Dios, a Cáritas o a María Santísima…. Eso sin olvidar que ya no pueden gozar de becas, porque prima ser hijo o hija de consejera antes que de un obrero, empleado o vendedor normalito y corriente. O que, si son niños discapacitados han de pensar que tienen mucha suerte en tener un techo donde cobijarse, aunque no coman, porque siempre hay algún consejero o consejera, ministro o ministra que les retire las ayudas a la dependencia, que antes disfrutaban justamente, o les eche a patadas del centro de atención al que acudían. Una vez más, para eso está la caridad de las instituciones benéficas laicas o religiosas, como en siglos anteriores, las Casas de Beneficiencia.
Pero, ¿por qué nos tienen que vender que protegen a la familia, a los niños y las niñas, a los mayores si realmente, nos han vendido cuán esclavos?
Lo fácil es manipular. Y según estamos, no ponemos oposición a dichas manipulaciones porque lo primero es comer y luego pensar. Y lo que es pensar…. Ahora, los españoles con la que tienen encima no piensan como debieran. El nutriente no nos llega adecuadamente. Vamos, que somos un país de catetos, donde entran y salen a nuestro antojo, sirviéndose de nosotros, como esclavos desde que la historia tiene conocimiento de ello. Porque un esclavo es una persona propiedad de otra, en relación a una deuda económica contraída o por apremio individual. Y qué mejor deuda contraída que la que tenemos actualmente nosotros, que nos hace esclavos del sistema productivo ineficaz y garante de privilegios de unos pocos y deficiente y desprotector para el resto de la población. Sírvase de muestra el botón de la Deuda Pública a más del 98% del PIB.
Echando la mirada atrás, los niños y las niñas de nuestra sociedad actual española se parecen cada vez más, a los chavales que recorrían las calles de nuestro país a finales de siglo XIX, donde la Restauración monárquica nos trajo a los caciques de las provincias, que gestionaban a su antojo diputaciones, alcaldías, provincias enteras con sus haciendas incluidas; donde la corrupción era la nota dominante para el dominio de la población trabajadora, sin estudios y dependiente de la caridad. Así como no podemos olvidar la falta de cohesión social de la época señalada, la creación de nuevos impuestos y la alternancia política que hizo surgir movimientos secesionistas y nacionalistas. Calcadito a lo de ahora. Y mientras, los niños corriendo descalzos por la calle, con un mendrugo de pan que les daban en las iglesias o conventos, en los famosos comedores de “la sopa boba”, igual que ahora, pero con el “Banco de Alimentos”.
El declive de la sociedad de la monarquía de los Borbones a principios del siglo XX, tuvo mucho que ver con ese caos social, económico y político, que vendía en pasquines los “milagros regeneracionistas” de sus políticos, y alternaba las cacerías del monarca aireando la famosa vida social del insigne rey del momento. Y así les fue: saliendo de España a todo correr, dejando una sociedad española paupérrima y analfabeta, con una pobreza infantil elevadísima, una educación clasista y exclusiva, con una administración en quiebra y caótica gracias al despilfarro de sus gobernantes, y una salud pública inexistente.
Por esa razón, nos tenemos que preguntar si nuestros hijos, los niños y las niñas españolas del siglo XXI son los mismos que hace siglo o siglo y medio. Está claro que ,por muchos motivos, no. Pero en cuanto a derechos, han retrocedido cien años. Han perdido sus derechos a la educación digna y de calidad, gratuita y garante de su desarrollo y bienestar personal. Han perdido sus derechos en cuanto a la salud pública e inmediata. Han perdido sus derechos en justicia, en cuanto no son atendidos en primera persona, escuchándoles y tomando en paridad su discurso frente al del adulto. Han perdido su identidad, en cuanto han regresado por las leyes aprobadas a la “propiedad” del pater familias, anulándoles en libertad y responsabilidad en las elecciones de su futuro, porque si no, se les etiqueta como “niños emperador”, “ maltratadores”, etc. Eso sin olvidar que solo existen y son visibles para las estadísticas que interesan a los actores del momento: para vendernos lo mal que se desenvuelven en la sociedad, o poco que aprenden y lo mucho que hay que examinarlos para garantizar el sistema educativo que los adultos les imponen.
Y a todo esto, si se rebelan y dicen que no, dicen que eso no lo quieren, entonces es que son díscolos, disruptivos, y en casos incontrolables para el adulto hay que ponerles la pastilla en la boca, para que se calmen o simplemente, otra vez, someterles a las directrices “adecuadas” que marcan los demás. Más esclavismo no se puede dar.
Qué singular, que fácil es volver al redil a los chavales cuando no tienen herramientas para salir adelante, cuan esclavos de su tiempo y sus circunstancias. Con el yugo del riesgo social, de la invisibilidad funcional y la circunstancia inmediata de satisfacer sus necesidades más básicas a priori.
Se busca reproducir el modelo adultísta, que da menos labor al gobernante de turno, que se somete más fácilmente. Y cómo mejor que bajándoles a los infiernos de la pobreza, dándoles unas migajas y diciéndoles que ya están mejor que antes.
Rockefeller ya decía que una gran crisis sometería de nuevo a la sociedad en su conjunto. Pues ya la tiene. Ahora toca a las nuevas generaciones y a los niños y las niñas decir si quieren esto o prefieren tirar por otro camino, aunque éste no sea el fácil.
Fuente: periodistas-es.com
Autor: Myriam Fernandez Nevado
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