El Modus operandi es un comportamiento aprendido desplegado por uno o más delincuentes en un delito o una serie de delitos, y que se cumple con cierto patrón característico, necesario para asegurar el éxito de la acción y la indemnidad de quien lo realiza (Douglas et. al., 1986). El modus operandi es reiterativo, pero de ninguna manera estático. Según estimaciones éste puede variar en promedio cada tres meses. Como todo comportamiento aprendido, tiende a perfeccionarse y modificarse según la experiencia del delincuente, su nivel de madurez, el tiempo requerido para la acción, la edad del autor, la reacción de la víctima, la influencia de los medios de comunicación (TV y cine), las condiciones del ambiente, entre otras variables. Si bien los policías mejor que nadie están familiarizados con el concepto y características de lo que en la práctica se expresa como modus operandi, para ejemplificar éste en el público no iniciado podemos citar una secuencia de siete robos con intimidación ocurridos en Santiago entre los meses de marzo y julio de 2007. En todos los delitos el agresor elegía víctimas varones de 15 a 28 años; operaba sólo entre 11:30 y 13:00 horas, en días hábiles, preferentemente en los accesos a las estaciones del Metro. En todos ellos expresó ser ex miembro de un antiguo grupo subversivo local y que portaba una pistola calibre 9 mm – la cual nunca exhibía -; argumentaba que acababa de asaltar un camión de transporte de valores de una empresa específica, necesitando a la víctima para huir de la policía que le seguía los pasos. Luego, la obligaba a caminar en un radio no superior a dos calles, mientras interrogaba a la víctima acerca de si tenía tarjetas de crédito bancarias o de tiendas comerciales, obligándola a hacer giros en cajeros automáticos o compras, dándose a la fuga con el dinero o las especies obtenidas.
La firma es un patrón conductual repetitivo que despliega un agresor y que va más allá de las acciones necesarias que se requieren para el éxito del delito (Douglas, ob. cit.), lo que constituye su diferencia más esencial respecto del modus operandi. En algunos delitos, especialmente violentos o seriados, el autor revela en la firma fantasías o rituales que otorgan un carácter único y particular a cada hecho. El delito mismo no satisface necesidades psicológicas del agresor y éste necesita invertir energía adicional para ello, mediante actos accesorios, como por ejemplo: sadismo, tortura o mutilaciones; aunque también verbalmente, como en el caso de un pistola calibre 9 mmque obliga a sus víctimas a decirles que él es el mejor, o el caso de un asaltante que luego de sustraer las pertenencias de alguna mujer la obliga a exhibirle los glúteos. En el último ejemplo se refleja más claramente la necesidad psicológica predominante, que se impone independientemente de la voluntad del sujeto, y cuyo despliegue va más allá de la mera sustracción de bienes materiales. La firma puede evolucionar de igual manera que el modus operandi, pero más lentamente dado que implica modificaciones más estructurales en el psiquismo del sujeto, en función de sus necesidades, motivaciones e intereses por satisfacer; aunque en muchos casos bien puede que nunca se haga visible. Desde el punto de vista de los homicidios, es posible visualizar la firma en algunos tipos de expresiones rituales o atípicas, a la usanza de ciertas mafias y pandillas, donde es necesario hacer una lectura doble cuidadosa, por ejemplo: de las mutilaciones que presente un cadáver (amputaciones, extracciones de órganos, ataduras, decapitaciones, etc.) que, además, pudiera tener un rol comunicativo dirigido a bandas rivales, a la policía o a terceros indeterminados.
Fuente: asepol.cl
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