Todo proceso de producción de conocimiento, independientemente de su naturaleza, lleva implícito dos momentos, que aunque a veces distantes temporalmente, son dos caras de la misma moneda: el descubrimiento y la validación; el primero, como el modo de alcanzar el conocimiento explícito en la respuesta a las preguntas trascendentes, modo relacionado con el puro intelecto, como experiencia racional, como acto eminentemente subjetivo. El segundo momento, ligado a justificar dicho saber, referenciado a algo que ha sido aceptado previamente, ya sea como conocimiento previo, o bien como proceso válido para la comunidad. Este segundo momento trasciende la subjetividad individual haciéndola colectiva; socializa lo subjetivo trocándolo en objetivo. Al fin y al cabo la objetividad no es más que intersubjetividad, la socialización de lo subjetivo.
Desde las perspectivas epistemológicas más tradicionales se ha dejado de lado el acto de descubrimiento por su atributos carentes de lógica y cargados de psicologismo, haciéndose hincapié sólo en la validación, al concebirse ésta como un proceso eminentemente lógico (Popper, 1962). Desde ópticas menos clásicas se observa un desplazamiento del interés desde la validación al descubrimiento, al aceptarse éste como la parte más importante del método, parte no carente de lógica (Samaja, 1995).
El descubrimiento y la validación en la investigación científica no se asumen de manera unívoca. El descubrimiento puede estar al inicio del proceso (método hipotético-deductivo) o bien al final (método inductivo). Puede estar ligado tanto a hipótesis y teorías, como a hechos, es decir, tanto pueden descubrirse leyes como nuevos casos de leyes, casos que amplían la base empírica de las mismas. Debe dejarse en claro aquí que independientemente de que se hable de «métodos deductivos o inductivos», no son éstas expresamente las inferencias en juego en los mencionados procesos. Según Peirce (1970), la inferencia del descubrimiento es la abducción, y ésta la única capaz de incorporar nueva información compatible con una explicación. La validación por su parte puede ser meramente formal, en la instancia de validación conceptual; o fáctica, en la instancia de validación operativa.
Vale la pena señalar que en las metodologías denominadas cuantitativas, el descubrimiento comprende la primera parte de los cursos de acción, en tanto que en lo que sigue, se ponen en juego una serie de operaciones destinadas a validar lo que se sostiene en las hipótesis. Por su parte, en las metodologías cualitativas, menos normativas y de características más flexibles, no puede deslindarse taxativamente descubrimiento de validación, ya que éstos operan solidariamente a lo largo de todo el proceso.
En la investigación criminalística, de modo diferente a la investigación científica, sólo se descubren casos de las leyes que gobiernan los fenómenos en cuestión. El perito criminalístico no es un científico, no descubre ni valida leyes, sólo hechos. Lo que se descubre y cuándo se descubre dependerá de varios factores, la complejidad del caso a explicar, la praxis profesional, la disponibilidad de conocimiento teórico y la presencia de indicadores empíricos. Cuando los casos muestran configuraciones semejantes a otros casos ya resueltos, el descubrimiento aparece como la corazonada súbita en la recolección de los elementos indiciales, pero cuando, por el contrario, el caso no está «cantado» por los datos, es más probable que le que se descubra vaya apareciendo a lo largo o al finalizar el proceso.
De modo similar a la investigación científica, la experiencia personal juega un papel fundamental. Un perito novato no «ve» lo mismo que un perito avezado. Un sujeto experto tiene la capacidad de predecir hallazgos, de buscar y encontrar elementos allí donde parecía que no había nada. La praxis modela la experiencia, y en este sentido, es potente para sugerir modos de resolución, y maneras de abordar y construir el objeto (Ladrière, 1969). Así entendido, la praxis no se nutre sólo de la experiencia personal, sino de constructos que devienen de la formación teórica del actor, formación que además de conceptos y leyes, no excluye normativas metodológicas ni prescripciones meramente técnicas. De este modo, la mayor o menor presencia de elementos indiciales adopta una valoración relativa, al asumir que el descubrimiento no está atado firmemente al dato empírico, sino que éste adquiere sentido sólo en cierto marco de la práctica y a la luz de determinados modelos teóricos.
Fuente: facso.uchile.cl
Autor: Aníbal R. Bar
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